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Francisco Mari Menchón En el Catálogo del Museo Provincial de Albacete Junio 1989

El conocimiento de la obra del pintor a lo largo del tiempo, genera una visión conceptual totalmente distinta a la de aquellos que, casualmente, se encuentran con ella por primera vez. La impresión que obtienen suele ser de distinto matiz según sea quien la esté observando y dependerá en gran manera, el que sea más o menos receptivo a la visión ofertada.

Ante la obra de Hans-Dieter Zingraff ocurre así, ya que es la suya una obra a la que no se suele «llegar» con facilidad, lo cual no implica para que la primera impresión que cause sea la de una grata sensación de suavidad. Esta impronta ha sido mantenida en el transcurso de su interesante proceso evolutivo, en el que sí ha cambiado su forma expresiva a través del color y la línea.

El pintor que se sobrepone a sus dudas y a los temores que genera su responsabilidad, tiene muchas posibilidades de obtener logros pictóricos realmente válidos, ya que la seguridad de su ánimo revierte positivamente en sus consecuciones. Zingraff ha de sobreponerse a las suyas y gracias a ello nos encontramos ante una obra mutante. Simplifica más cada vez y expre sa, fuertemente, toda su inquietud pictórica.

Ahora su constructivismo ha variado la forma expresiva y el color. EI cuadro se divide en áreas mayores, definidas por una franja más amplia, que en muchas ocasiones no es pintada sino producto de su fácil «collage”. Estas áreas han enfriado un tanto su tono al tiempo que en las franjas se ha ido acentuando, como un contrapunto de color, al entrar, de forma arrolladora en ellas, la viveza de los rojos.

La delicadeza de Zingraff se pronuncia con toda vehemencia con los otros recortes de «collages” que, apoyados en el «clímax» producido por los tonos que genera la pintura expandida por dispersión al cubrir el área donde se sitúan, sirve la denuncia con toda nitidez.

EI mayor problema que la obra de Zingraff puede tener es que, los que ante ella se deten gan, no lleguen al fondo, a su mensaje. Pero es que la abstracción se origina a través de un proceso peculiar: la obra no está meditada, está sentida, por lo que no se espera que la entien dan, sino que la sientan. Entonces es cuando se llega a su mensaje, a su «fondo», se está en asonancia con el autor, que la creó en un momento de especial sensibilidad.

Otros momentos habrá representados en la pintura de Zingraff y nos ofrecerá pintura dife rente en cada uno de ellos, puesto que la técnica la domina perfectamente. En unas ocasiones nos acercaremos más que en otras, pero en todas nos quedará la duda de discernir qué es mayor en Hans-Dieter Zingraff: su sensibilidad, su honradez o su técnica. Posiblemente las tres.